Recientemente, el jugador argentino Enzo Fernández se ha visto envuelto en una polémica debido a un canto considerado racista durante los festejos de la selección argentina. Este incidente ha desatado una oleada de críticas y ha puesto en marcha un proceso sancionador por parte de las autoridades deportivas.
Todo indica que las sanciones serán muy duras, casi como si con ello se pudiera acabar de una vez por todas con el racismo en el fútbol, o que el jugador fuera el absoluto responsable de estos actos.
Durante las celebraciones posteriores al campeonato obtenido por Argentina, Fernández y otros miembros del equipo argentino fueron captados entonando un cántico ofensivos y racistas hacia los jugadores franceses. La respuesta ha sido inmediata y contundente, con voces de todo el mundo condenando el acto y la FIFA evaluando sanciones que podrían incluir multas y suspensiones “ejemplares” con la finalidad de terminar con esta práctica en el mundo del futbol.
Aunque Enzo Fernández publicó unas sinceras disculpas, aclarando que nunca tuvo la intención de agredir y que sus palabras no reflejan sus verdaderos pensamientos y sentimientos, esto no fue suficiente para las partes que se sintieron ofendidas, incluyendo algunos medios de comunicación que están pidiendo una sanción máxima. Esta demanda parece más orientada a una búsqueda de venganza que a una verdadera resolución del conflicto y podría estar motivada por otros intereses.
Es común en el deporte que las sanciones sean la primera y, a menudo, la única respuesta ante actos de discriminación y falta de respeto. Sin embargo, esta práctica, aunque necesaria, resulta insuficiente. La sanción por sí sola no aborda las raíces del problema ni contribuye a una verdadera solución del conflicto.
Históricamente, los cánticos en el fútbol se han naturalizado bajo la etiqueta del "folclore" y tenemos ejemplos transmitidos por los medios de comunicación a millones de personas como fueron los festejos de los jugadores alemanes tras ganar el Mundial 2014 con cánticos hacia los jugadores argentinos, y en los festejos de los jugadores franceses hacia Lionel Messi tras ganar el Mundial 2018, en ambas ocasiones las expresiones fueron ofensivas y discriminatorias.
En estos casos, no se implementaron sanciones ni se promovieron campañas efectivas para abordar el problema. La inconsistencia en la aplicación de sanciones, donde algunas oportunidades se castigan y otras no, junto con la falta de medidas preventivas, refuerza la idea de que buscar una sanción ejemplar no es la solución adecuada para el cambio cultural que necesitamos en el mundo deportivo.
Es crucial que los jugadores que cometen infracciones comprendan el impacto de sus acciones y trabajen para corregir esos comportamientos negativos. Para lograr un cambio real, es necesario implementar medidas efectivas como talleres de sensibilización y espacios de diálogo que permitan una reflexión profunda y fomenten un ambiente de respeto y comprensión.
Por último, estoy convencido que es esencial no responsabilizar desproporcionadamente a una persona por unos segundos de imprudencia. En su lugar, debemos promover un enfoque que fortalezca la convivencia y el entendimiento mutuo, contribuyendo así a la mejora permanente del deporte.
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